2.9.16

Plana

Mi vida es una eterna búsqueda por la ovación de extraños, por saldar con mi pasado las cuentas pendientes que el amor de mi padre no quiso pagar. En esa búsqueda quiero ser otros, quiero ser Plath, quiero ser Quiroga, Storni, Pizarnik. No importa tanto quién mientras pueda ser otra, viva, intensa. No  importa quién, importa no ser yo. Poder abandonar mi cuerpo, mi propia conciencia, escaparme de esta mediocridad en la que convertí mi días. Soy plana como un espejo, pero no soy capaz de siquiera reflejar la luz. Lo absorbo todo como un agujero negro, lo corrompo, lo desarmo. Plana como un espejo, quizás quebrado y con mil puntas asesinas, que ataca como un animal asustado por estar frente a la muerte. No, no frente, dentro, por ser la misma muerte, por tener el poder de matar, de mori, de clavarse un pedazo de espejo y desangrarse en vida.

Voz

Cuando todos duermen, escucho una voz que grita "inútil" y susurra "imbécil". Se convierte en eco perenne, en cántico infernal, me arrulla hasta que el cansancio me vence y orquesta pesadillas. Sueño con la tragedia de vivir para luego actuarla en el día. No tengo descanso. Miro inerte un futuro muerto: no es resignación, es dar lugar a que crezca el destino.

9.4.15

De conventillos y chillidos

Entré corriendo a casa. Le dije al abuelo Fofo que salga porque se estaban por agarrar de las mechas. Él puteó por lo bajo y se fue farfullando con paso apretado. Me quedé adentro unos minutos mientras frenaba las risotadas. La tía dejó sus ejercicios de yoga de lado para preguntarme porqué tanto tole tole. “La abuela se está por agarrar de las mechas con la vieja de al lado”, le dije. Se puso a reír y a cantar “Pasame más vino, se vino la pachanga”. Me puse a reír de nuevo. Salimos a la vereda a ver qué pasaba. No quería que la abuela se trenzara pero sí me gustaba la idea de que le tironease un poco el pelo a esa vieja. ¿Quién se creía para arruinar la casa que era de mi bisabuela así, con esa pintura rosa de la época de Mayo? Igual, yo no podía decir nada. No me iban a dar pelota de todas maneras. Pero a la abuela nadie la iba a callar. Se había aguantado la chimenea que la vieja puso pegada a nuestro patio. También las risotadas y los gritos de sus endiablados nietos. Ahora la cosa se terminó. Solamente necesitó que toque con esa pintura pulguienta un centímetro de nuestra pared  para poder desquitarse. Así que salió a la vereda armada con una esponja y un balde con vaya a saber qué líquido y se puso a refregar como loca. La pintura no desaparecía. A los minutos se avivó la vieja. Salió chillando. Se pusieron a discutir sobre centímetros de pared. La cosa se puso fulera y parecía que iban a pasar a los cachetazos. Cuando el abuelo salió y vio que todavía no lo habían hecho, me puteó a mí por haberle hecho perder parte del partido y la puteó a mi abuela por hacer escándalo frente a los vecinos. A la vieja no la puteó pero le aclaró que tenía los planos de ambas casas. Ella le contestó algo, pero yo sólo escuché chillidos histéricos. Fofo agarró el balde y la esponja y se metió para la casa. La abuela lo siguió. Yo fui corriendo y saltando los escalones del pasillo. El abuelo puteó a todos por última vez. Independiente había perdido 1-0.



7.4.15

De roles y yoes

¿Qué implica "reconocer' a un hijx?

Entiendo el acto de conocer como reflexivo, de búsqueda de un contacto que, más que acercarlo al otro, lo acerca a sí mismo. Conoce para conocer-se.

Re-conocer, enfrentarse al yo, lo conocido, desde un nuevo otro. Porque no es sino a través del enfrentamiento con el no-yo que uno se conoce a sí mismo, delimita barreras, crea identificaciones, define características exclusivas.

El acto de reconocimiento es la declaración de un yo determinado. Es la estipulación de un vínculo que une a ese otro con el yo y que implica unión entre el yo histórico y las facetas momentáneas. Vuelve a afirmarse gracias al otro, en relación a ese otro.

Reconocer a un hijo es declararse padre, abrazar la faceta de padre y amalgamarla con el yo pasado. Sin esa afirmación no hay reconocimiento. Si el padre no acepta su condición, rechaza al hijo, se niega a entenderlo como un otro vinculado bajo una forma específica con su yo. Niega el vínculo. Si reconoce sin reconocerse, se crea un lazo ficticio, confuso, obligado, donde el padre que no se asume como tal se vicula a un hijo que no asume como tal.

Re-conocer implica una investigación exhaustiva del propio yo en relación a ese otro. Si se niega a esa investigación retrospectiva rechaza el rol del otro de forma indirecta.

Si el padre no se reconoce a sí mismo como tal, si no logra amalgamar el nuevo rol con su yo-histórico, no podrá formar parte del vínculo correctamente. Si no reconoce los roles que implica la relación, será incapaz de formar un lazo real con el otro y la faceta que logre involucrar dentro de ese vínculo no será más que un holograma.


16.3.15

De Machismo y otros cánceres II

Hoy salí a buscar trabajo. Decidí que no me iba a callar la boca si a algún pelotudo se le ocurría decirme algo por la calle. Los conté: seis pelotudos. "Sos hermosa, bombón", dijeron algunos con un hilo de baba cual dibujito animado. Otros se limitaron a chiflar como si una fuese un perro que reacciona por instinto. Los mandé al carajo.

Uno me contestó: "Pero y si a mí me gustan las mujeres, ¿qué querés que haga?". Quiero que te calles, Quiero que nos dejes de matar, de prender fuego. De violar y tirar como basura. Que nos dejen de tocar, de gritar. Que nos dejen ser.

Ya hablé anteriormente de esa cuasi necesidad que creen tener de gritarnos cosas y la justificación y apoyo que les brinda la sociedad entera. Justo ayer vi una película llamada "Wish I was here", que si bien no es para nada la trama principal toca el tema del acoso laboral. Una mujer es acosada verbalmente por su compañero de cubículo en la oficina, trata de hablar con su jefe para frenarlo y él responde "Hakuna Matata". Sí, no te angusties mujer, porque el hombre siempre será hombre y vos tenés que aceptar que siempre será así. En este film, el marido se lo cruza en el supermercado e intentando vengar a su mujer, trata de pegarle pero resulta herido él. Todo en clave humorística, obvio.

Hace un tiempo leí una nota de Soraya Chemali, una periodista feminista, que se titula "The problem with `Boys will be boys´". Cuenta que cuando su hija iba a preescolar, siempre veía la misma escena: su nena construyendo castillos y un nene destruyéndolos. Y si bien ésto se dio en un jardín de infantes, escuchó frases que van formando hombres machistas desde chicos: "You know! Boys will be boys!", "He's such a boy! He LOVES destroying things!", "He. Just. Can't. Help himself!". ¿Por qué se justifica que el hombre destruya porque es hombre? ¿Por qué se justifica que el hombre viole porque es hombre, que grite en la calle, que le pegue a su mujer? Y la sociedad responde que los hombres siempre serán hombres. Y que al hombre le gusta destruír, porque si no lo hace, no es hombre.

Yo salí a buscar trabajo como una chica llamada Daiana salió hace unos días. A mí me gritaron pelotudeces, a ella la mataron. Y según la sociedad (es un ente tan borroso que me da vergüenza decirlo, pero siendo una opinión generalizada no sé qué más decir), "y... si sale vestida así como puta, es obvio que le iba a pasar...". Porque salir vestida con un short es de puta, y las putas merecen la muerte. Me hace acordar a "Los hombres que no amaban a las mujeres", título que hace poco me enteré que era falso, siendo el real "Los hombres que odiaban a las mujeres". Y hay una gran diferencia entre no amar y odiar. Porque odiar te lleva a querer hacer desaparecer al otro. Como las 295 mujeres que desaparecieron del planeta en el 2013. 295 femicidios.

¿Por qué cuando se mata a una mujer se llama Femicidio? Porque cuando Diana apareció muerta, muchos dijeron que lo tenía merecido. Porque cuando se mata a una mujer se lo hace con la misma naturalidad con la que se mata a una planta, porque está el colchón social que justifica golpes y maltratos, violaciones y muertes. Porque la mujer es una propiedad dentro de un sistema social que naturalizó el machismo.

Me encantaría que cuando yo grito cosas en la calle, contestándole a los pelotudos, las mujeres se me unan. Los hombres feministas se me unan. Que no me griten "loca" por defenderme, por intentar defender a una mujer que está al lado mío. El Patriarcado se encargó muy bien de separarnos, de romper la unión de género y reemplazarla por un lazo de miedo.

La sociedad nos dice "Hakuna matata" y nos da una tarea: reconstruir constantemente los castillos que los hombres rompen por diversión. Castillos que a veces resultan ser pibas de 19 años.

Basta. Para empoderarnos es necesario aliarnos, ser compañeras de lucha. Unámonos a los gritos en las calles, defendamos a nuestras compañeras. Basta de silencio cómplice.